lunes, 7 de julio de 2008

Tecnocultura, saber y mudanza social


La tecnocultura, al ser de algún modo cultura (la de nuestra época emergente) tiene que estar sujeta como cualquier otra a los impe­rativos atemporales de la naturaleza humana. Por lo que sabemos, el mundo puede haber cambiado pero la naturaleza humana no lo ha hecho. Así pues la tecnocultura como toda cultura tiene que responder a las necesida­des imperiosas de lo mágico, lo sagrado, lo emocional y lo que nos suministra la dimen­sión misteriosa y comunitaria de la vida. Y no digo «tiene que» en el sentido de deber mo­ral, sino en el de la más elemental necesidad material. En ese mismo sentido tiene también que transmitir autoridad, orden, subordina­ción, supraordinación, privilegio, poder y re­cursos escasos. Y por último tiene que apor­tar la dimensión innovadora y novedosa que nuestra condición humana exige a cada paso, como exige también su contrario, el hábito, la tradición.

La necesidad planteada de un análisis socio estructural de la última revolución tecnológica se inicia por una clarificación conceptual. A través de las formas de conocimiento y de cultura, de los falsos planteamientos de la determinación tecnológica de la realidad, de los cambios en el trabajo y en el ocio, se introduce el análisis sobre el nuevo universo de la comunicación.

Deberíamos ser inmunes a la revolución se lleva tanto tiempo con la sensación de estar al borde de una mudan­za radical, o de estar de lle­no en ella que la crisis se ha convertido en el más común de los lugares comunes y la mutación del mundo se da por sentada sin estupor alguno.

Desde la ya lejana rebelión de los purita­nos ingleses hasta la Revolución francesa, y de ella hasta la rusa y la II Guerra mundial ha habido en el Oeste una serie apenas inte­rrumpida de convulsiones que enfrentaban a clases y naciones entre sí y engendraban nuevas distribuciones de poder y riqueza.

Desde la última conflagración universal ha ocurrido un desplazamiento de los movi­mientos revolucionarios hacia la periferia de las sociedades avanzadas pero no una men­gua de ellos. Es así como nos hemos ido acos­tumbrando a suponer que toda transforma­ción radical y veloz, toda mutación social, de­bía venir impelida por un alud político re­volucionario.

1 comentario:

L3on@rd@ y Je@n dijo...

JEAN-LEONARDA

Se dice que la expansión de tecno¬conocimiento, la informatización de la sociedad y el auge de la tecnocultura son la ilustración palpable de esa modernidad en sus estadios más recientes. Así, no hay duda de que poseemos más datos que nunca sobre nosotros mismos, y que nuestra capacidad de manipular y transformar el ámbito de nuestra vida no ha dejado de aumentar en muchos sentidos. Falta saber, no obstante, si somos más sabios.